En 1954 y 1958, el Palacio de BLENHEIM, en WOODSTOCK, servía de escenario para presentar las colecciones de DIOR gracias a la invitación del DUQUE y la DUQUESA de MARLBOROUGH y con la PRINCESA MARGARET como invitada de lujo. Años después, la casa francesa ha querido retomar esta localización para presentar su colección CRUCERO 2017 y son muchas las cosas que han cambiado. Mientras que los dos anteriores estaban firmados por el mismo CHRISTIAN DIOR, el primero, e YVES SAINT LAURENT, el segundo, esta vez han sido los suizos LUCIE MEIER y SERGE RUFFIEUX los nombres detrás de esta colección. No puedo dejar de pensar en la difícil posición de estos diseñadores, encargados de mantener la firma mientras se busca otro diseñador estrella que dirija la casa. ¿Suficientemente bueno para firmar para DIOR, pero no lo suficiente para quedarte? Debe ser una lucha de sentimientos encontrados. Esto me hace volver a pensar en cómo la figura del creador mediático afecta a las grandes casas de costura. ¿Vale menos un DIOR firmado por los suizos que por RAF SIMONS?¿Dónde queda la esencia de la firma? ¿En ellos mismos o en el diseñador que la capitanea? ¿Debería volver el anonimato a las cabezas creativas de estas firmas cuyo fundador pasó hace tiempo a mejor vida? Todas estas dudas me vienen a la cabeza mientras vemos una colección donde se hace una versión muy conceptual de la campiña inglesa, donde la mezcla de tejidos parece la gran protagonista y donde las siluetas "complicadas" dominan los looks.

José Ramón Rocabert.