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OH ADÈLE... QUÉ VIDA!

  • Cartel de la película

    Llevaba meses tanteando la jugada y por fin decidí ir a los cines Les Halles en el 1er arrondissement de París y sacarme la tarjeta UGC, un objeto precioso con el que, por 20 pavitos al mes, puedes ver todas las películas que se te antojen. Todas, sin límite. Caso ejemplar de eso que en tierras galas llaman la "excepción cultural" y que en lenguaje de andar por casa quiere decir que con la cultura, en Francia, no se jode. Igualito, igualito que en España...

    En fin, que opto por estrenar mi nueva vida de cine sin freno con "La vie d´Adèle", la última peli laureada con la Palma de Oro en Cannes. La polémica lleva servida varias semanas en Francia a causa de las declaraciones de sus protagonistas, Adèle Exarchopoulos (premio para el que pronuncie su apellido a la primera) y Léa Seydoux, quienes, en un alarde de no se sabe qué, pusieron a parir al director Abdellatif Kechiche por su "insoportable método de trabajo durante el rodaje". Lo cierto es que durante el Festival de Cannes parecían encantadas con su experiencia y hasta soltaron la lagrimita delante de Kechiche cuando recogieron el tan ansiado galardón.

  • Más allá del actual gallinero, que por cierto es un gran ejercicio de promoción, hay que decir que nadie ha filmado nunca tan bien una boca repleta de espaguetis y la seducción de unos labios ligeramente manchados con salsa de tomate casera. Simplemente es sublime. Tanto como los planos centrados en los recurrentes meneos de pelo que se mete la protagonista. La tensión existencial y el hiperrealismo del personaje de Adèle te agarran por el cuello desde los primeros minutos de la cinta. El ambiente en el cine era del todo particular: una dulce sinfonía de sonadas de nariz y de hipos contenidos... ¡Qué llantera, por dios!

    Las controvertidas escenas de sexo entre las actrices tampoco son para tanto. Desde luego tienen su punto ligeramente excitante, pero la verdad, poco importa que sean dos mujeres. Lo que se muestra es el carácter animal del erotismo humano, ni más ni menos. Y con él, el vértigo y la angustia de la insatisfacción y los deslices que se pueden cometer cuando una relación empieza a hacer aguas. La vida, vaya...

  • Cartel de la película

    Llevaba meses tanteando la jugada y por fin decidí ir a los cines Les Halles en el 1er arrondissement de París y sacarme la tarjeta UGC, un objeto precioso con el que, por 20 pavitos al mes, puedes ver todas las películas que se te antojen. Todas, sin límite. Caso ejemplar de eso que en tierras galas llaman la "excepción cultural" y que en lenguaje de andar por casa quiere decir que con la cultura, en Francia, no se jode. Igualito, igualito que en España...

    En fin, que opto por estrenar mi nueva vida de cine sin freno con "La vie d´Adèle", la última peli laureada con la Palma de Oro en Cannes. La polémica lleva servida varias semanas en Francia a causa de las declaraciones de sus protagonistas, Adèle Exarchopoulos (premio para el que pronuncie su apellido a la primera) y Léa Seydoux, quienes, en un alarde de no se sabe qué, pusieron a parir al director Abdellatif Kechiche por su "insoportable método de trabajo durante el rodaje". Lo cierto es que durante el Festival de Cannes parecían encantadas con su experiencia y hasta soltaron la lagrimita delante de Kechiche cuando recogieron el tan ansiado galardón.

  • Más allá del actual gallinero, que por cierto es un gran ejercicio de promoción, hay que decir que nadie ha filmado nunca tan bien una boca repleta de espaguetis y la seducción de unos labios ligeramente manchados con salsa de tomate casera. Simplemente es sublime. Tanto como los planos centrados en los recurrentes meneos de pelo que se mete la protagonista. La tensión existencial y el hiperrealismo del personaje de Adèle te agarran por el cuello desde los primeros minutos de la cinta. El ambiente en el cine era del todo particular: una dulce sinfonía de sonadas de nariz y de hipos contenidos... ¡Qué llantera, por dios!

    Las controvertidas escenas de sexo entre las actrices tampoco son para tanto. Desde luego tienen su punto ligeramente excitante, pero la verdad, poco importa que sean dos mujeres. Lo que se muestra es el carácter animal del erotismo humano, ni más ni menos. Y con él, el vértigo y la angustia de la insatisfacción y los deslices que se pueden cometer cuando una relación empieza a hacer aguas. La vida, vaya...

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