Justo ayer acudí a la presentación en la SALA EQUIS de Madrid del Festival de Documentales de Moda, MORITZ FEED DOG, que se celebra en Barcelona. Para la ocasión pudimos ver el documental WE MARGIELA en el que guiados por la voz de la co-fundadora de la firma, JENNY MEIRENS, y con los testimonios de sus colaboradores más cercanos, conocimos los avatares de la firma desde su nacimiento hasta su venta al grupo DIESEL. Un documental que, a mi parecer, respira un poco de más de resentimiento y donde se da una imagen bastante egocéntrica de MARTIN MARGIELA, pero esto es un tema aparte. Hoy veo la colección de la rebautizada MAISON MARGIELA y me asaltan varias dudas. ¿Hasta qué punto el éxito de una firma puede ser la muerte de ésta?. O al menos en el caso de una firma tan rompedora y conceptual como es este caso, donde el éxito y los compromisos derivados son precisamente los que acaban con las directrices que la pusieron en ese lugar. ¿En qué momento una firma deja de ser su producto para convertirse sólo en un nombre? No voy a decir que la colección de GALLIANO para MARGIELA no me haya gustado, que no me parezca interesante, pero ¿cuánto queda de MARTIN es esta última propuesta? Mi respuesta sería: prácticamente nada. Aún así el trabajo del gibraltareño sigue siendo sorprendente, sobretodo por su capacidad de reinventarse a sí mismo. Los millenials, que ayer escaseaban en la proyección del documental, crecerán con esta firma llamada MAISON MARGIELA y la adorarán, incluso yo que tengo que hacer scroll down un buen rato para encontrar mi fecha de nacimiento. Pero aún así, muchos somos los que echamos de menos aquella firma llamada MARTIN MARGIELA.

José Ramón Rocabert.