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RYAN WEIDEMAN: TAXI DRIVER CÁMARA EN MANO

  • Una buena parte de los secretos que destilan las principales ciudades del mundo tiene lugar en sus taxis. Sabemos que cada una tiene su propia idiosincrasia en la materia: los de París son probablemente los más detestados del planeta, porque hay pocos, son caros y sus chóferes suelen ser bastante impertinentes. En Londres son casi impracticables por sus precios atmosféricos, pero subirse a un cab negro de vez en cuando supone un pequeño viaje a otro tiempo. Los taxis de Madrid, más allá de sus particulares perfumes, respiran un toque medio casposo medio folclórico retratado como nunca por Almodóvar en "Qué he hecho yo para merecer esto". Y luego están los de Nueva York, elementos consustanciales al imaginario de la ciudad y encumbrados como motivo cinematográfico por directores como Scorsese o Woody Allen.

    Los taxis, sobre todo por las noches, son pequeños teatros con ruedas donde las escenas duran el tiempo de un trayecto. Discusiones, confidencias, magreos, negocios, gritos, llantos y alegrías: la función empieza con la bajada de bandera y termina con bipbip del taxímetro. Por eso los taxistas tienen algo de historiadores y testigos de los pulsos de una época. Son los ojos y los oídos de lo que pasa en las calles, de ahí que tengan también algo de confesionario.

  • Y si no que se lo pregunten a Ryan Weideman, fotógrafo americano reconvertido a taxista durante más treinta años que ha documentado como pocos la efervescencia nocturna del Nueva York de las últimas décadas. Lo del taxi fue una cuestión de supervivencia en un periodo, los ochenta, donde vivir de la fotografía era un privilegio que afectaba a unos pocos. Así que Weideman hizo de la necesidad virtud y transformó el interior de su vehículo en una suerte de estudio fotográfico.

    De su turno de noche de los fines de semana afloraron centenares de imágenes que dan forma a una narración intimista y en blanco y negro de los actores urbanos de una ciudad que nunca duerme. Personajes misteriosos, en grupo o solitarios, actrices, modelos, escritores, travestis, prostitutas y faranduleros en general protagonizan las instantáneas que Weideman disparó a lo largo de sus treinta años como taxidriver.

  • La historia tiene además un final feliz: su trabajo se ha expuesto en buena parte de las galerías y museos del país y ha despertado el entusiasmo general de la crítica. Incluso se realizó un libro en 1993 con sus fotografías, IN MY TAXI: NEW YORK AFTER HOURS, hoy convertido en publicación de culto. Un trabajo que nos recuerda a la energía capturada por William Klein o Lee Friedlander, grandes maestros de la street-photography americana.

    El pasado junio, la galería ESPRONCEDA de Barcelona organizó, en colaboración con la Bruce Silverstein Gallery, la exposición IN MY TAXI, una selección de 40 imágenes de nuestro fotógrafo que respiran los aires nocturnos de Nueva York de las últimas tres décadas.

  • Una obra única, la de Ryan Weideman, que nos ha hechizado por completo y nos regala una visión poco común de las noches de la Gran Manzana. Y que nos ha hecho pensar, además, en lo interesante que sería que saliera a la palestra algún fotógrafo camuflado de taxista en Madrid. Porque ahí se desvelarían seguro un buen repertorio de perlas noctámbulas.

    Laura Suárez.

  • Una buena parte de los secretos que destilan las principales ciudades del mundo tiene lugar en sus taxis. Sabemos que cada una tiene su propia idiosincrasia en la materia: los de París son probablemente los más detestados del planeta, porque hay pocos, son caros y sus chóferes suelen ser bastante impertinentes. En Londres son casi impracticables por sus precios atmosféricos, pero subirse a un cab negro de vez en cuando supone un pequeño viaje a otro tiempo. Los taxis de Madrid, más allá de sus particulares perfumes, respiran un toque medio casposo medio folclórico retratado como nunca por Almodóvar en "Qué he hecho yo para merecer esto". Y luego están los de Nueva York, elementos consustanciales al imaginario de la ciudad y encumbrados como motivo cinematográfico por directores como Scorsese o Woody Allen.

    Los taxis, sobre todo por las noches, son pequeños teatros con ruedas donde las escenas duran el tiempo de un trayecto. Discusiones, confidencias, magreos, negocios, gritos, llantos y alegrías: la función empieza con la bajada de bandera y termina con bipbip del taxímetro. Por eso los taxistas tienen algo de historiadores y testigos de los pulsos de una época. Son los ojos y los oídos de lo que pasa en las calles, de ahí que tengan también algo de confesionario.

  • Y si no que se lo pregunten a Ryan Weideman, fotógrafo americano reconvertido a taxista durante más treinta años que ha documentado como pocos la efervescencia nocturna del Nueva York de las últimas décadas. Lo del taxi fue una cuestión de supervivencia en un periodo, los ochenta, donde vivir de la fotografía era un privilegio que afectaba a unos pocos. Así que Weideman hizo de la necesidad virtud y transformó el interior de su vehículo en una suerte de estudio fotográfico.

    De su turno de noche de los fines de semana afloraron centenares de imágenes que dan forma a una narración intimista y en blanco y negro de los actores urbanos de una ciudad que nunca duerme. Personajes misteriosos, en grupo o solitarios, actrices, modelos, escritores, travestis, prostitutas y faranduleros en general protagonizan las instantáneas que Weideman disparó a lo largo de sus treinta años como taxidriver.

  • La historia tiene además un final feliz: su trabajo se ha expuesto en buena parte de las galerías y museos del país y ha despertado el entusiasmo general de la crítica. Incluso se realizó un libro en 1993 con sus fotografías, IN MY TAXI: NEW YORK AFTER HOURS, hoy convertido en publicación de culto. Un trabajo que nos recuerda a la energía capturada por William Klein o Lee Friedlander, grandes maestros de la street-photography americana.

    El pasado junio, la galería ESPRONCEDA de Barcelona organizó, en colaboración con la Bruce Silverstein Gallery, la exposición IN MY TAXI, una selección de 40 imágenes de nuestro fotógrafo que respiran los aires nocturnos de Nueva York de las últimas tres décadas.

  • Una obra única, la de Ryan Weideman, que nos ha hechizado por completo y nos regala una visión poco común de las noches de la Gran Manzana. Y que nos ha hecho pensar, además, en lo interesante que sería que saliera a la palestra algún fotógrafo camuflado de taxista en Madrid. Porque ahí se desvelarían seguro un buen repertorio de perlas noctámbulas.

    Laura Suárez.

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