Decía el sabio griego Tales de Mileto (sí, el que nos presentaron en el colegio en una clase de geometría que nunca entendimos): "todo está lleno de dioses". Cada cual puede entender la frase como le plazca, pero yo creo que este señor tan listo quería decir que la vida está llena de energías y de fuerzas que nos determinan sin que tengamos la más mínima idea de su influencia. Los maestros de cierta tendencia new-age postmoderna utilizan este argumento para hablar de la ley de la atracción entre las personas, y los terapeutas más progres, aquellos que miran con cariño a los misterios del cosmos, se sirven de la idea para persuadirnos de que las cosas que nos pasan nos pasan precisamente porque hay un acople o un desacople de las energías de nuestro yo más profundo y secreto con las energías del medioambiente. Que cada uno elija su manera de entender las señales...
El caso es que estaba yo pensando en estas cosas banales el otro día cuando decidí acercarme a la expo que la galería Perrotin consagra a dos de sus nombres estrella: el fotógrafo Ryan McGinley y la artista pluridisciplinar Sophie Calle. Entro en la primera sala y me choco con una amiga que hacía algo MÁS DE UN AÑO que no veía. Ella me mira con cara de susto y me dice: "Te acabo de llamar hace 20 minutos desde un teléfono extranjero". Lo cierto es que yo no cogí esa llamada por venir de un número desconocido. Para echar más carnaza a los guiños enviados por el universo, comentar que esta amiga está obsesionada con las coincidencias. Las analiza con una ambición empírica increíble, rebajada con ciertas dosis de numerología y de astrología. Os imagináis que, sin quererlo (¿o sí?...), le dí nuevo material para su investigación.