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MÁRIA SVARBOVÁ O LA INQUIETANTE BELLEZA DE LA SUPERFICIE

  • En estos días en los que la Navidad y su repertorio infinito de motivos colonizan todo el espacio visual, una se da cuenta de lo fantásticamente bien que sienta gastar el tiempo en uno de los más preciados placeres de nuestra época: recrearse, tirada en el sofá y tirando de turrón duro, con imágenes de instagram que nada o radicalmente nada tienen que ver con el tan manido espíritu navideño. Embelesada me he quedado en este sentido con el trabajo Mária Svarbová (en esloveno acentúan como les da la gana...), una joven fotógrafa que bien podría proceder del mejor romance concebido entre Erwin Blumenfeld y Wes Anderson.

    La artista, sumergida desde 2010 y tras realizar estudios en arqueología y restauración en el mundo de la fotografía, ha desarrollado desde entonces una amplia producción fotográfica definida por el minimalismo y el gusto por las superficies. Sus imágenes, casi siempre presentadas en formato serial, revelan atmósferas inquietantes que se enmarcan en escenarios propios de lo cotidiano: almacenes, gimnasios, auditorios, comedores, oficinas, carnicerías, piscinas, salas médicas y hasta centros de cuidados psiquiátricos. Todos ellos con un halo postsoviético de tintes austeros y funcionales que sin duda tiene que ver con la historia personal de la fotógrafa.

  • El dramatismo y la tensión psicológica son denominadores comunes de unas cuidadas composiciones que evocan escenas congeladas del timeline de la vida de cualquiera. Las imágenes de Svarbova se vuelven además afiladas con la utilización de colores pastel y perspectivas frontales prácticamente planas, elementos que subrayan su extraordinario peso emocional y la sensación recurrente de soledad y absurdo.

    Yo misma podría protagonizar ahora una de las estampas de la Svarbova: una habitación, el gesto inexpresivo de un cuerpo cubierto por la manta eléctrica, una torta imperial a medio terminar y la luz fría y blanquecina que escupe la pantalla del ordenador. Da un poco de yuyu así contada la escena (ambivalencias propias de la vida solitaria de algunas mujeres postmodernas, que son muy monas y valientes e independientes y todo eso, pero que conmueven con tanta dosis soledad encima...); da yuyu, decía, como también dan yuyu las imágenes de la Svarbova, que tanto extrañan como fascinan por su calidad de tableaux vivants contemporáneos.

  • Especialmente espectaculares son sus fotografías de piscinas, llenas de contrastes de color, de simetrías y de sensualidad petrificada, resultado de las poses casi robotizadas de las modelos. Pero, a pesar de su extrañamiento incómodo, seguimos mirando las imágenes de Svarbova, como si algo de nosotros palpitara en algún lugar de su superficie, incluso en esta época de calor navideño: una especie soledad instalada a medio camino entre lo húmedo y lo seco, o entre lo superficial y lo profundo, y que, a final de cuentas, nos toma el pulso, y la temperatura, de la coreografía de nuestras vidas.

    Laura Suárez.

    *WES ANDERSON DIRIGE EL ANUNCIO DE H&M

  • En estos días en los que la Navidad y su repertorio infinito de motivos colonizan todo el espacio visual, una se da cuenta de lo fantásticamente bien que sienta gastar el tiempo en uno de los más preciados placeres de nuestra época: recrearse, tirada en el sofá y tirando de turrón duro, con imágenes de instagram que nada o radicalmente nada tienen que ver con el tan manido espíritu navideño. Embelesada me he quedado en este sentido con el trabajo Mária Svarbová (en esloveno acentúan como les da la gana...), una joven fotógrafa que bien podría proceder del mejor romance concebido entre Erwin Blumenfeld y Wes Anderson.

    La artista, sumergida desde 2010 y tras realizar estudios en arqueología y restauración en el mundo de la fotografía, ha desarrollado desde entonces una amplia producción fotográfica definida por el minimalismo y el gusto por las superficies. Sus imágenes, casi siempre presentadas en formato serial, revelan atmósferas inquietantes que se enmarcan en escenarios propios de lo cotidiano: almacenes, gimnasios, auditorios, comedores, oficinas, carnicerías, piscinas, salas médicas y hasta centros de cuidados psiquiátricos. Todos ellos con un halo postsoviético de tintes austeros y funcionales que sin duda tiene que ver con la historia personal de la fotógrafa.

  • El dramatismo y la tensión psicológica son denominadores comunes de unas cuidadas composiciones que evocan escenas congeladas del timeline de la vida de cualquiera. Las imágenes de Svarbova se vuelven además afiladas con la utilización de colores pastel y perspectivas frontales prácticamente planas, elementos que subrayan su extraordinario peso emocional y la sensación recurrente de soledad y absurdo.

    Yo misma podría protagonizar ahora una de las estampas de la Svarbova: una habitación, el gesto inexpresivo de un cuerpo cubierto por la manta eléctrica, una torta imperial a medio terminar y la luz fría y blanquecina que escupe la pantalla del ordenador. Da un poco de yuyu así contada la escena (ambivalencias propias de la vida solitaria de algunas mujeres postmodernas, que son muy monas y valientes e independientes y todo eso, pero que conmueven con tanta dosis soledad encima...); da yuyu, decía, como también dan yuyu las imágenes de la Svarbova, que tanto extrañan como fascinan por su calidad de tableaux vivants contemporáneos.

  • Especialmente espectaculares son sus fotografías de piscinas, llenas de contrastes de color, de simetrías y de sensualidad petrificada, resultado de las poses casi robotizadas de las modelos. Pero, a pesar de su extrañamiento incómodo, seguimos mirando las imágenes de Svarbova, como si algo de nosotros palpitara en algún lugar de su superficie, incluso en esta época de calor navideño: una especie soledad instalada a medio camino entre lo húmedo y lo seco, o entre lo superficial y lo profundo, y que, a final de cuentas, nos toma el pulso, y la temperatura, de la coreografía de nuestras vidas.

    Laura Suárez.

    *WES ANDERSON DIRIGE EL ANUNCIO DE H&M

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