Siempre he tenido debilidad por la voces negras femeninas. Si en general la música tiene la extraordinaria facultad de poner patas arriba nuestra sensibilidad, cuando hay una gran dama negra detrás del micrófono la cosa adquiere un tono casi místico. Puede haber distintos grados de fascinación, pero no creo que exista una criatura humana a la que no le baile el pulso con una Aretha Franklin, una Etta James o una Nina Simone. Son unos monstruos cuyas voces no pueden ser de este mundo.
Tengo muchos amigos fanáticos de estas divas del soul, el funky y el rhythm and blues de los 60 y los 70. He visto con ellos tantas veces el live de Proud Mary de una Tina Turner desgañitándose la voz y las caderas que no sé cómo youtube, directamente, no ha petado. En esta perfomance INSUPERABLE es especialmente destacable la presencia de las coristas, esos seres olvidados por una historia de la música generalmente ocupada en las luces y los brillos de los cantantes solistas.
Para rendir cuentas con esta historia y sacar de la sombra a esas figuras de leyenda acaba de estrenarse en París un documental titulado Twenty Feet from Stardom. Morgan Neville, su director, ha realizado un trabajo increíble, no sólo porque ha logrado rescatar imágenes y vídeos de archivo impagables, sino porque ha puesto cara a las voces traseras de hits de Stevie Wonder, David Bowie o los Rolling Stones.
Todas ellas son maravillosas y todas ellas irradian una potencia emocional que quita el aliento. ¿Sus nombres? Darlene Love, Merry Clayton, Claudia Lennear, Lisa Fischer o Judith Hill, entre otras.