Todos conocemos, si no es por haberlo vivido en carne propia al menos por tener el relato de un amigo o conocido, la típica historia del niño marginado que acumula traumas en su etapa infantil porque su diferencia no encajaba en la lógica del "para todos lo mismo".
El niño al que sus crueles compañeros de cole tiraban piedras, insultaban, le gritaban gordo y le hacían las mil y una putadas. Es el caso de Harris Glenn Milstead, nombre que es muy posible que no os diga absolutamente nada.
Sin embargo, el joven Glenn es, ni más ni menos, la gran Divine. El hombre que llegó a pesar 140 kilos y que adolescente montó un saloncito de belleza en su Baltimore natal terminaría convirtiéndose en la drag-queen más conocida del mundo. Uno de los principales responsables de tal ascenso fue el que sería su mejor amigo en el instituto, otro perro verde de Baltimore llamado John Waters.
Juntos crearon el personaje de Divine (de hecho fue Waters quien la bautizó) y juntos dinamitaron los códigos de la belleza, la sexualidad y el buen gusto creando una estética revolucionaria que marcaría a toda una época. Divertidos, provocadores, subversivos y radicalmente tiernos, la pareja Divine-John Waters son el vivo ejemplo de cómo lo original se vuelve escándalo y termina por convertirse en obra de culto.
Para rendir homenaje a esta figura inolvidable del cine independiente sale a las pantallas el documental I´am Divine, del director Jeffrey Schwarz.