Brunch Magazine | Una revista de moda para gente que no lee revistas de moda

HOY VIAJAMOS A... ESTOCOLMO

  • El verano es para veranear, y el cuerpo pide playa o montaña, pero sobretodo wilderness. El invierno sin embargo es la época perfecta para escapadas urbanas, viajes cortos para pasear sin más, ver exposiciones y beber champagne en terrazas tapada con una manta al "caloret" de una catalítica.

    Norwegian Airlines, adalid del buen hacer escandinavo en materia de aerolíneas low cost, ha tenido a bien ampliar sus rutas y la oportunidad de viajar a Estocolmo por menos de 150 euros y con wifi en el avión era algo que no podíamos dejar escapar. Nos calzamos las katiuskas y allí nos plantamos, ni 24h después de que hubiera caído la mayor nevada de los últimos 111 años. La ciudad nos recibió blanca inmaculada, como si a Frozen le hubiera dado un parraque la noche anterior.

  • Cuando pones un pie en Suecia entiendes al instante Ikea, ACNE, COS y otros milagros: es un país exquisito a la par que discreto para todo: empezando por el tren que te lleva del aeropuerto a la ciudad, el Arlanda Express... Estocolmo es correcta, ordenada, LIMPÍSIMA, que respira civismo buenrrollero pese a la nieve, las temperaturas bajo cero y que se hace de noche a las 3 de la tarde: buen rollito de bebés y compra del súper en trineo porque las calles con carrito convencional son impracticables, de ancianas con suelas dentadas para no dejarse la cadera en un resbalón en el hielo, de bares llenos y de calles transitadas... Son gente férrea los suecos. Ellos con sus abrigadas barbas como de hipster pero que en realidad son más de vikingo: tipos guaper, altísimos, como del otro lado del muro en Game of Thrones pero un poco más esmirriados porque con el frío polar someten su cuerpo a una termogénesis constante y así no hay quién engorde.

  • La ciudad es pequeña pero cuajada de rincones para desempolvar el palo selfie: Desde las calles adoquinadas con casas de colores en Gamla Stan, El Palacio Real rozándose con el hogar de los Nobel, pasando por el lujerío de Norrrmalm con sus calles peatonales, sus flagship stores y sus regios parques, a los gentrificados antes-proletarios ahora-hipsters barrios de Söder y Söfer, este último rebautizado como SoFo en un guiño a Nueva York.

    Tiendas de diseñadores locales con nombres impronunciables, templos del vintage repletos de tesoros en los que podrías quedarte a vivir como Modern Retro o Brandstationen Herr Judit, y concept-restaurants como Woodstckholm, con una carta dinámica y un postre elaborado con bayas amarillas que sólo crecen en el norte de Suecia y que merece hasta la última corona sueca que cuesta (y no son pocas). También hay hueco para el canalleo, con parada obligada en Marie Laveau para una cena tardía o unas copas tempranas. Eso si, bebe despacio que el alcohol cuesta un congo y no está la temperatura en la calle para botellones.

  • No hay calle es Estocolmo en la que no haya un café con baldosa blanca y mobiliario racionalista en madera, como una sublimación de catálogo de muebles, con cartas donde lo orgánico es casi una obligación. La variedad gastronómica es quizás justita y nada barata, pero os puedo decir que después de comer las albóndigas del Café Tranan, nunca volveré a mirar las de Ikea con los mismos ojos. Omega 3 en vena para desayunar, comer y cenar, siempre con horario europeo o te tocará ayuno. Secreto local: para comer bueno-bonito-barato (casi un milagro) y hacerte un shopping de diseño en su concept store, intenta memorizar este nombre: Snickarbacken. Si lo consigues, te has ganado un arenque ahumado.

  • Y como no todo es callejear y exponer al cuerpo a la congelación de sus miembros, un pellizco cultural muy pro: Fotografiska, museo ubicado en un antiguo edificio porturario y que alberga exposiciones de fotografía contemporánea que son pura maravilla. A partir del 24 de febrero al 14 de mayo, los amantes de la moda estáis de enhorabuena si os dejáis caer por allí: os espera "Lumière", una retrospectiva del fascinante trabajo de Patrick Demarchelier.

    Uno de sus secretos mejor guardados es la cafetería-mirador con vistas a la ciudad. Tampoco tiene desperdicio su librería, donde podrás pegarte un atracón de coffe table books que te alimentarán vista y mente. ¿El ropero del museo? Sin vigilancia, muy sueco y civilizado todo.

  • Si aún te quedan coronas para gastar, son visita obligada la flagship store de ACNE, la primera tienda de Byredo, los paraísos del diseño Design House Stockholm y la sucursal de la danesa Illums Bolighus, la jóven y molona Eytys y el Shangri-la genderless Hope. Toda una institución son los almacenes NK (Nordiska Kompaniet), lujerío y una selección de producto que ríete tú de París. También nacieron en Estocolmo la firma de calcetines Happy Socks y la de cosmética Face, aunque el amo y señor de la ciudad es el grupo Hennes & Mauritz es el amo de la ciudad y su mayor baza H&M Home: no te la pierdas. Después del shopping, terraceo hivernal en Vau de Ville, esplandor noreuropeo on the rocks observando a los teens suecos que lejos de perrear, flirtean patinando sobre hielo en el Kungsträdgården.

  • Y para dormir, algo que harás pronto a menos que conzcas los secretos mejor guardados de la ciudad, muy recomendable Generator, el hostel deluxe que ofrece cobijo para todos los bolsillos y gentes modernas. También el hotel Nobis Miss Clara, paradigma del diseño escandinavo albergado en una antigua escuela de niñas de principios de siglo XX, o el Berns Hotel, crisol decorativo que va desde 1800 hasta pasado mañana. Si lo que buscas el algo más íntimo y recogido, Ett Hem (en Östermalm) con sus sólo doce habitaciones es tu sitio (y el nuestro porque es LO MÁS. Para un baño de retro elegantón con un twist, muy recomendable el Hotel Diplomat, un clásico de la ciudad que lleva en la orilla del agua viendo la vida pasar desde los años 20.


    SI EL FRÍO NO ES LO TUYO Y PREFIERES EL CALOR TROPICAL, AHORA PUEDES ALQUILAR UNA ISLA PRIVADA POR UN MÓDICO PRECIO PINCHANDO AQUÍ.

  • El verano es para veranear, y el cuerpo pide playa o montaña, pero sobretodo wilderness. El invierno sin embargo es la época perfecta para escapadas urbanas, viajes cortos para pasear sin más, ver exposiciones y beber champagne en terrazas tapada con una manta al "caloret" de una catalítica.

    Norwegian Airlines, adalid del buen hacer escandinavo en materia de aerolíneas low cost, ha tenido a bien ampliar sus rutas y la oportunidad de viajar a Estocolmo por menos de 150 euros y con wifi en el avión era algo que no podíamos dejar escapar. Nos calzamos las katiuskas y allí nos plantamos, ni 24h después de que hubiera caído la mayor nevada de los últimos 111 años. La ciudad nos recibió blanca inmaculada, como si a Frozen le hubiera dado un parraque la noche anterior.

  • Cuando pones un pie en Suecia entiendes al instante Ikea, ACNE, COS y otros milagros: es un país exquisito a la par que discreto para todo: empezando por el tren que te lleva del aeropuerto a la ciudad, el Arlanda Express... Estocolmo es correcta, ordenada, LIMPÍSIMA, que respira civismo buenrrollero pese a la nieve, las temperaturas bajo cero y que se hace de noche a las 3 de la tarde: buen rollito de bebés y compra del súper en trineo porque las calles con carrito convencional son impracticables, de ancianas con suelas dentadas para no dejarse la cadera en un resbalón en el hielo, de bares llenos y de calles transitadas... Son gente férrea los suecos. Ellos con sus abrigadas barbas como de hipster pero que en realidad son más de vikingo: tipos guaper, altísimos, como del otro lado del muro en Game of Thrones pero un poco más esmirriados porque con el frío polar someten su cuerpo a una termogénesis constante y así no hay quién engorde.

  • La ciudad es pequeña pero cuajada de rincones para desempolvar el palo selfie: Desde las calles adoquinadas con casas de colores en Gamla Stan, El Palacio Real rozándose con el hogar de los Nobel, pasando por el lujerío de Norrrmalm con sus calles peatonales, sus flagship stores y sus regios parques, a los gentrificados antes-proletarios ahora-hipsters barrios de Söder y Söfer, este último rebautizado como SoFo en un guiño a Nueva York.

    Tiendas de diseñadores locales con nombres impronunciables, templos del vintage repletos de tesoros en los que podrías quedarte a vivir como Modern Retro o Brandstationen Herr Judit, y concept-restaurants como Woodstckholm, con una carta dinámica y un postre elaborado con bayas amarillas que sólo crecen en el norte de Suecia y que merece hasta la última corona sueca que cuesta (y no son pocas). También hay hueco para el canalleo, con parada obligada en Marie Laveau para una cena tardía o unas copas tempranas. Eso si, bebe despacio que el alcohol cuesta un congo y no está la temperatura en la calle para botellones.

  • No hay calle es Estocolmo en la que no haya un café con baldosa blanca y mobiliario racionalista en madera, como una sublimación de catálogo de muebles, con cartas donde lo orgánico es casi una obligación. La variedad gastronómica es quizás justita y nada barata, pero os puedo decir que después de comer las albóndigas del Café Tranan, nunca volveré a mirar las de Ikea con los mismos ojos. Omega 3 en vena para desayunar, comer y cenar, siempre con horario europeo o te tocará ayuno. Secreto local: para comer bueno-bonito-barato (casi un milagro) y hacerte un shopping de diseño en su concept store, intenta memorizar este nombre: Snickarbacken. Si lo consigues, te has ganado un arenque ahumado.

  • Y como no todo es callejear y exponer al cuerpo a la congelación de sus miembros, un pellizco cultural muy pro: Fotografiska, museo ubicado en un antiguo edificio porturario y que alberga exposiciones de fotografía contemporánea que son pura maravilla. A partir del 24 de febrero al 14 de mayo, los amantes de la moda estáis de enhorabuena si os dejáis caer por allí: os espera "Lumière", una retrospectiva del fascinante trabajo de Patrick Demarchelier.

    Uno de sus secretos mejor guardados es la cafetería-mirador con vistas a la ciudad. Tampoco tiene desperdicio su librería, donde podrás pegarte un atracón de coffe table books que te alimentarán vista y mente. ¿El ropero del museo? Sin vigilancia, muy sueco y civilizado todo.

  • Si aún te quedan coronas para gastar, son visita obligada la flagship store de ACNE, la primera tienda de Byredo, los paraísos del diseño Design House Stockholm y la sucursal de la danesa Illums Bolighus, la jóven y molona Eytys y el Shangri-la genderless Hope. Toda una institución son los almacenes NK (Nordiska Kompaniet), lujerío y una selección de producto que ríete tú de París. También nacieron en Estocolmo la firma de calcetines Happy Socks y la de cosmética Face, aunque el amo y señor de la ciudad es el grupo Hennes & Mauritz es el amo de la ciudad y su mayor baza H&M Home: no te la pierdas. Después del shopping, terraceo hivernal en Vau de Ville, esplandor noreuropeo on the rocks observando a los teens suecos que lejos de perrear, flirtean patinando sobre hielo en el Kungsträdgården.

  • Y para dormir, algo que harás pronto a menos que conzcas los secretos mejor guardados de la ciudad, muy recomendable Generator, el hostel deluxe que ofrece cobijo para todos los bolsillos y gentes modernas. También el hotel Nobis Miss Clara, paradigma del diseño escandinavo albergado en una antigua escuela de niñas de principios de siglo XX, o el Berns Hotel, crisol decorativo que va desde 1800 hasta pasado mañana. Si lo que buscas el algo más íntimo y recogido, Ett Hem (en Östermalm) con sus sólo doce habitaciones es tu sitio (y el nuestro porque es LO MÁS. Para un baño de retro elegantón con un twist, muy recomendable el Hotel Diplomat, un clásico de la ciudad que lleva en la orilla del agua viendo la vida pasar desde los años 20.


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