Esta noche he soñado que era una muñeca de Hans Bellmer. Se me resquebrajaban brazos y piernas que luego eran montadas por una suerte de ingeniero de extremidades. Caminaba por un sendero inquieta por mi nuevo ajuste corporal y preocupada por la impresión de poder descoyuntarme en cualquier momento. Siempre me han gustado mucho las muñecas rotas del alemán porque suponen una alegoría tosca y colorista del carácter fragmentado que define a la personalidad femenina.
Hoy, intentando entender el motivo de tamaña excentricidad onírica, me he dado cuenta de que mi caprichoso inconsciente realizó un trabajo de asociación visual a partir de las fotografías de Cornelia Hediger que recientemente descubrí trasteando por instagram. Su serie Doppelgänger, que en español podríamos traducir como 2doble caminante", es un ejercicio tenso y emocional que recrea el vértigo de una mujer de saberse muchas. Porque esta idea del "doble", vieja conocida de la literatura y el arte modernos, cobra en el universo femenino un cariz un poco más angustiante y arriesgado. Y la artista suiza parece asumir ese riesgo que es el puzzle de la identidad con su propio cuerpo, mirándose de frente y autorretratándose en escenas que respiran altas dosis melancolía y fragilidad.