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EL CUERPO A CUERPO DE CORNELIA HEDIGER

  • CORNELIA HEDIGER.

    Esta noche he soñado que era una muñeca de Hans Bellmer. Se me resquebrajaban brazos y piernas que luego eran montadas por una suerte de ingeniero de extremidades. Caminaba por un sendero inquieta por mi nuevo ajuste corporal y preocupada por la impresión de poder descoyuntarme en cualquier momento. Siempre me han gustado mucho las muñecas rotas del alemán porque suponen una alegoría tosca y colorista del carácter fragmentado que define a la personalidad femenina.

    Hoy, intentando entender el motivo de tamaña excentricidad onírica, me he dado cuenta de que mi caprichoso inconsciente realizó un trabajo de asociación visual a partir de las fotografías de Cornelia Hediger que recientemente descubrí trasteando por instagram. Su serie Doppelgänger, que en español podríamos traducir como 2doble caminante", es un ejercicio tenso y emocional que recrea el vértigo de una mujer de saberse muchas. Porque esta idea del "doble", vieja conocida de la literatura y el arte modernos, cobra en el universo femenino un cariz un poco más angustiante y arriesgado. Y la artista suiza parece asumir ese riesgo que es el puzzle de la identidad con su propio cuerpo, mirándose de frente y autorretratándose en escenas que respiran altas dosis melancolía y fragilidad.

  • CORNELIA HEDIGER.

    El montaje en fragmentos de cada fotografía es un anticipo para el ojo de la maraña de contradicciones que marcan la narrativa visual de la serie. Pero la apuesta gorda pasa por la composición de los gestos, los gestos que recrea Cornelia, todos ellos duales, complementarios y enfrentados, síntoma de actitudes que se estiran y se aflojan en un ambiente que se intuye crispado. Sus personajes parecen atragantados por la frustración y la violencia del silencio incómodo; parecen jugar a disimularse ante unos ojos que piden explicaciones; y parecen también atrapados entre un recuerdo de infancia y una exigencia de madurez neurótica.

  • CORNELIA HEDIGER.

    La distorsión formal y el pulso psicológico de las imágenes de la artista generan esa sensación, también dual y fragmentada, de lo extraño y familiar, de lo que te gusta pero te pica en la angustia. Como lo que te pasa cuando te miras al espejo y juegas a ser otros. O como cuando encuentras un baúl con ropa vieja de tu madre y te la pones y te das cuenta de lo mucho que te pareces a ella, aunque te reviente reconocerlo. O también como cuando, después de una noche de fiesta desmedida, te levantas con lagunas y tus amigos te recuerdan todas las facetas que es capaz de sacar de ti tu borrachera. Lo que cuenta y da el picotazo, como las fotografías de Cornelia, es que tú eres todos los que puedes representar, todos los que puedes mirar en el espejo, todos los que puedes parodiar viendo viejas postales de familia.

  • CORNELIA HEDIGER.

    Y como hablar de estas cosas suele ser resbaladizo, porque las palabras son mancas para explicar los vértigos de no poder ser sólo uno, es de agradecer que algunos artistas, como Cornelia Hediger, o como antes Hans Bellmer, puedan construir imágenes capaces de dejarnos ver lo común de nuestros fantasmas y lo singular de nuestros recursos para poder vivir con ellos.

    Laura Suárez.

  • CORNELIA HEDIGER.

    Esta noche he soñado que era una muñeca de Hans Bellmer. Se me resquebrajaban brazos y piernas que luego eran montadas por una suerte de ingeniero de extremidades. Caminaba por un sendero inquieta por mi nuevo ajuste corporal y preocupada por la impresión de poder descoyuntarme en cualquier momento. Siempre me han gustado mucho las muñecas rotas del alemán porque suponen una alegoría tosca y colorista del carácter fragmentado que define a la personalidad femenina.

    Hoy, intentando entender el motivo de tamaña excentricidad onírica, me he dado cuenta de que mi caprichoso inconsciente realizó un trabajo de asociación visual a partir de las fotografías de Cornelia Hediger que recientemente descubrí trasteando por instagram. Su serie Doppelgänger, que en español podríamos traducir como 2doble caminante", es un ejercicio tenso y emocional que recrea el vértigo de una mujer de saberse muchas. Porque esta idea del "doble", vieja conocida de la literatura y el arte modernos, cobra en el universo femenino un cariz un poco más angustiante y arriesgado. Y la artista suiza parece asumir ese riesgo que es el puzzle de la identidad con su propio cuerpo, mirándose de frente y autorretratándose en escenas que respiran altas dosis melancolía y fragilidad.

  • CORNELIA HEDIGER.

    El montaje en fragmentos de cada fotografía es un anticipo para el ojo de la maraña de contradicciones que marcan la narrativa visual de la serie. Pero la apuesta gorda pasa por la composición de los gestos, los gestos que recrea Cornelia, todos ellos duales, complementarios y enfrentados, síntoma de actitudes que se estiran y se aflojan en un ambiente que se intuye crispado. Sus personajes parecen atragantados por la frustración y la violencia del silencio incómodo; parecen jugar a disimularse ante unos ojos que piden explicaciones; y parecen también atrapados entre un recuerdo de infancia y una exigencia de madurez neurótica.

  • CORNELIA HEDIGER.

    La distorsión formal y el pulso psicológico de las imágenes de la artista generan esa sensación, también dual y fragmentada, de lo extraño y familiar, de lo que te gusta pero te pica en la angustia. Como lo que te pasa cuando te miras al espejo y juegas a ser otros. O como cuando encuentras un baúl con ropa vieja de tu madre y te la pones y te das cuenta de lo mucho que te pareces a ella, aunque te reviente reconocerlo. O también como cuando, después de una noche de fiesta desmedida, te levantas con lagunas y tus amigos te recuerdan todas las facetas que es capaz de sacar de ti tu borrachera. Lo que cuenta y da el picotazo, como las fotografías de Cornelia, es que tú eres todos los que puedes representar, todos los que puedes mirar en el espejo, todos los que puedes parodiar viendo viejas postales de familia.

  • CORNELIA HEDIGER.

    Y como hablar de estas cosas suele ser resbaladizo, porque las palabras son mancas para explicar los vértigos de no poder ser sólo uno, es de agradecer que algunos artistas, como Cornelia Hediger, o como antes Hans Bellmer, puedan construir imágenes capaces de dejarnos ver lo común de nuestros fantasmas y lo singular de nuestros recursos para poder vivir con ellos.

    Laura Suárez.

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