España ha sido siempre un país de contrastes exagerados. Ésa es una de sus más maravillosas virtudes. Existen pocos lugares en el mundo con una cultura tan fina de devotas y travestis, premios nobel y estafadores profesionales, militares y copleras, sana cocina mediterránea y fritanga a puntapala. Un país donde la alta cuna y los bajos fondos han compartido y comparten sin complejos los humos y los carmines de noches eternas de sudor desenfrenado. España, más que una marca, es un concepto que aglutina todas las contradicciones de una modernidad que basó su estilo de vida en la acumulación, el exceso y la basura. Y resulta que hay algunos que han decidido hacer de eso una fiesta y brindar las gracias de nuestro país de extremos por todo lo alto.
Una fiesta pide una madrina, invitados y regalos. Y las tres cosas se dieron cita en el festival CULTURA BASURA, celebrado en La Térmica de Málaga. Una chispeante Topacio Fresh fue la inigualable maestra de ceremonias de un encuentro en torno a los encantos del trash y al padre indiscutible de una estética convertida en culto: el mismísimo John Waters. No vamos a negar que nuestro corazoncito postmoderno se paró cuando vimos desfilar, a ritmo de un "A quién le importa" en versión comparsa, al creador del mito de Divine por los pasillos del centro cultural malagueño.