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APUNTES SOBRE EL NUEVO NOBEL DE LITERATURA

  • ¡Agggg! A los expertos no les gusta Dylan. Digamos que quien peor se lo ha tomado son los profesionales: aquellos que de algún modo viven de tener opinión y "se supone" criterio. Aunque suenan como los del Toro de la Vega pero sin los copazos de orujo. ¿Un ejemplo? Pues el mismo  Sánchez Dragó, que clama como si el mundo se hubiera vuelto del revés.  ¿Es así? ¿Escupe por fin alguien en la literatura, o sigue siendo ésta pasto de carcamales, estreñidos y amantes de niñas de trece años? Ésta es una lista de los argumentos en contra:

  • CANTA MAL

    Habida cuenta de que le han concedido el Nobel de Literatura, cabe pensar que su voz tiene que ver en esto tanto como el peinado de Herta Müller o la barriga de Camilo José Cela.
    Primer apunte: meterse con Dylan por cómo canta es como recriminarle a Stephen Hawking que vaya en silla de ruedas. Que yo sepa, ninguno de los dos ha tenido el menor problema para hacer llegar su mensaje por semejantes paparruchas. Quien no lo crea, que piense en gente como Sam Cooke, Nina Simone, Hendrix y tantos otros que han cantado sus canciones.





    NO ES ESCRITOR

    No escribe novelas, no se dedica a la literatura.  Claro, y el año pasado se lo dieron a una periodista. Y en 1953 a un político llamado Churchill. Y tres años antes a un filósofo llamado Bertrand Russell. ¿Y qué? Hoy escribe libros cualquier pelagatos. Además, la literatura no es algo inalterable, cambia con el tiempo: antaño la gente se volvía con Rubén Darío y hoy nos descojonamos de la princesa y su boca de fresa. Antaño uno veía los crímenes en versión Lope de Vega y Shakespeare y hoy en HBO. Segundo apunte: el arte de usar la palabra -para explicar y recrear el mundo- jamás ha necesitado de árbitros de la elegancia ni de etiquetas. Que no sepas en qué cajón meter lo que otros hacen no implica que no sea bueno.

  • EL NOBEL LLEGA TARDE

    Coño, nadie dijo eso de Vargas Llosa. Una vez más, ¿y qué? Dylan ha sido la voz más influyente de los últimos sesenta años: sin él, los Beatles habrían invertido tres décadas en cantar me-quiere-no-me-quiere; la política no se habría colado del todo en las canciones (nada del What´s Going On de Marvin Gaye, por ejemplo); ni la poesía (nada de Sabina o Nick Cave) y todo sonaría tan elevado como un reggaetón dominicano. Dylan es historia viva, igual que Beckett, los Sex Pistols o Baudelaire. Bob Dylan cantó a Brigitte Bardot, fue telonero de Martin Luther King y es el culpable de que un escritor canadiense con un par de novelas llamado Leonard Cohen cogiera la guitarra. Si eso no vale un Nobel apaga y vámonos.





    VALE, PERO SÓLO ESCRIBE CANCIONES

    Supongo que el hecho de que esas canciones las haya traducido gente cuyo nivel de inglés era putapénico ha propiciado que no se les dé valor.
    Pero nunca es tarde para alucinar un poco. Acabemos, pues, con esta vieja cita, falsamente atribuida a Herbert Spencer: «Existe un principio que se resiste a toda información, que se resiste a toda investigación, que nunca deja de mantener al hombre en una ignorancia perenne... Es el principio de desestimar lo que no se ha investigado.»

    Iñigo García Ureta.

  • ¡Agggg! A los expertos no les gusta Dylan. Digamos que quien peor se lo ha tomado son los profesionales: aquellos que de algún modo viven de tener opinión y "se supone" criterio. Aunque suenan como los del Toro de la Vega pero sin los copazos de orujo. ¿Un ejemplo? Pues el mismo  Sánchez Dragó, que clama como si el mundo se hubiera vuelto del revés.  ¿Es así? ¿Escupe por fin alguien en la literatura, o sigue siendo ésta pasto de carcamales, estreñidos y amantes de niñas de trece años? Ésta es una lista de los argumentos en contra:

  • CANTA MAL

    Habida cuenta de que le han concedido el Nobel de Literatura, cabe pensar que su voz tiene que ver en esto tanto como el peinado de Herta Müller o la barriga de Camilo José Cela.
    Primer apunte: meterse con Dylan por cómo canta es como recriminarle a Stephen Hawking que vaya en silla de ruedas. Que yo sepa, ninguno de los dos ha tenido el menor problema para hacer llegar su mensaje por semejantes paparruchas. Quien no lo crea, que piense en gente como Sam Cooke, Nina Simone, Hendrix y tantos otros que han cantado sus canciones.





    NO ES ESCRITOR

    No escribe novelas, no se dedica a la literatura.  Claro, y el año pasado se lo dieron a una periodista. Y en 1953 a un político llamado Churchill. Y tres años antes a un filósofo llamado Bertrand Russell. ¿Y qué? Hoy escribe libros cualquier pelagatos. Además, la literatura no es algo inalterable, cambia con el tiempo: antaño la gente se volvía con Rubén Darío y hoy nos descojonamos de la princesa y su boca de fresa. Antaño uno veía los crímenes en versión Lope de Vega y Shakespeare y hoy en HBO. Segundo apunte: el arte de usar la palabra -para explicar y recrear el mundo- jamás ha necesitado de árbitros de la elegancia ni de etiquetas. Que no sepas en qué cajón meter lo que otros hacen no implica que no sea bueno.

  • EL NOBEL LLEGA TARDE

    Coño, nadie dijo eso de Vargas Llosa. Una vez más, ¿y qué? Dylan ha sido la voz más influyente de los últimos sesenta años: sin él, los Beatles habrían invertido tres décadas en cantar me-quiere-no-me-quiere; la política no se habría colado del todo en las canciones (nada del What´s Going On de Marvin Gaye, por ejemplo); ni la poesía (nada de Sabina o Nick Cave) y todo sonaría tan elevado como un reggaetón dominicano. Dylan es historia viva, igual que Beckett, los Sex Pistols o Baudelaire. Bob Dylan cantó a Brigitte Bardot, fue telonero de Martin Luther King y es el culpable de que un escritor canadiense con un par de novelas llamado Leonard Cohen cogiera la guitarra. Si eso no vale un Nobel apaga y vámonos.





    VALE, PERO SÓLO ESCRIBE CANCIONES

    Supongo que el hecho de que esas canciones las haya traducido gente cuyo nivel de inglés era putapénico ha propiciado que no se les dé valor.
    Pero nunca es tarde para alucinar un poco. Acabemos, pues, con esta vieja cita, falsamente atribuida a Herbert Spencer: «Existe un principio que se resiste a toda información, que se resiste a toda investigación, que nunca deja de mantener al hombre en una ignorancia perenne... Es el principio de desestimar lo que no se ha investigado.»

    Iñigo García Ureta.

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