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RENOVARSE O MORIR: ARCO 2014

  • Tony Oursler

    Al acecho. Ésa es la actitud con la que llegué a una nueva edición de ARCO. Tras la sensación de cuadro desalmado que dominó el año pasado, y después de cotillear con unos y con otros sobre las expectativas de este 2014, una venía con cierto aliento entusiasta. ¿Balance final? Satisfacción sin empacho, que ya se sabe que la saciedad mata el deseo y el deseo es el motor de la vida, condición de que queramos seguir mirando.
    Mi sensación global es que esta 33º entrega de ARCO ha brillado por varias cosas: la evidente mejora del espacio expositivo (la cosa va adquiriendo aires europeos, lo que es muy de agradecer); el optimismo de artistas y galeristas; el follón con el nuevo IVA del arte anunciado hace pocas semanas por el gobierno (no se entera ni perry de cómo hay que aplicar la nueva tasa); y, en general, una atmósfera menos comedida que la edición anterior y por lo mismo bastante más sugerente.

    Pero sigue existiendo un factor de impepinable efecto negativo que también sufre la pasarela madrileña: su localización. IFEMA, ese lugar gris, desapasionado e insípido situado donde Cristo perdió la zapatilla. Como si Madrid no tuviera un centro con espacios estupendos para acoger este tipo de eventos que, en principio, pretenden producir un eco internacional. Tenía razón un amigo que me decía:"¿Te imaginas a Suzy Menkes o a Anna Wintour sentadas en el pabellón 8 de IFEMA?". Pues como que no. Lo mismo se aplica al mundo del arte. Es una cagada que los grandes monstruos del coleccionismo planetario, dispuestos a gastarse un dineral en algo que tiene que ver con la belleza y el sentido de lo estético, se encuentren en semejante escenario.

  • Andrea Canepa.

    Una vez pasado el disgusto del trayecto y del insulso paisaje llegamos al interior del recinto y la cosa empezó a mejorar. ARCO tenía buen aspecto, había superado la apariencia decaída del año pasado. Solans de Cabras tuvo la gentileza de guiarnos en nuestro primer vistazo: enchufados a una especie de "walkie talkie", una apasionadísima guía (que soltó perlas como "aquí veis un ejercicio de violación del lienzo por parte del artista") nos sumergió en las entrañas de la feria y nos presentó algunas de las propuestas de las galerías participantes. Después del primer round, paradita alimenticia cortesía del restaurante Lateral, y tras la digestión, un segundo ataque que nos permitió fijar en la retina varias cosas.

  • Juán Genovés

    El primer descubrimiento fue la obra reciente del célebre pintor español Juán Genovés: representación de paisajes urbanos ricos en texturas y dominados por masas humanas en formato acrílico, ¡una pasada que seguro habría despertado el interés de un Poe o un Baudelaire!

  • Manuel Franquelo

    Poco a poco fueron apareciendo maravillas de viejos conocidos: una genial escultura multimedia del neoyorkino Tony Oursler, imágenes hiperrealistas de Manuel Franquelo, los lienzos de Secundino Hernández, las siempre intrigantes pinturas de Juán Uslé o las sugerentes piezas de enorme carga política del maestro Txomín Badiola (que, por cierto, tiene ahora una expo genial titulada "Capitalismo-Anal-Capitalism" en la Galería Moisés Pérez de Albéniz).

  • Ramazan Bayrakoglulas

    También hubo, como en toda feria de arte contemporáneo, nuevos hallazgos: los lienzos alucinantes del artista turco Ramazan Bayrakoglulas, las sombras geométricas en formato foto de Liliana Porter, los meticulosos dibujos, réplicas adaptadas de Goya, del joven artista patrio Javi Arcas, las imágenes fantasmáticas del finlandés Ville Anderson o la obra inacabada (ejemplo de la reflexión sobre la deconstrucción tan presente en la feria) del mejicano Jorge Méndez Blake.

  • Ville Anderson

    Con todo, parece que el mercado del arte contemporáneo en España va limando asperezas y empieza a levantar la vista al resto del mundo. Siguen faltando un poco más de riesgo y una presencia internacional más importante, pero como dice el refrán: "poquito a poco y con buena letra". Insisto en que es de valorar el logrado lavado de cara de esta edición y el esfuerzo de su director, Carlos Urroz, por haber conseguido interrumpir lo que parecía una caída libre hacia el abismo.

  • Txomín Badiola

    En un contexto de "capitalismo anal" generalizado (una de cuyas connotaciones sería algo así como "en un contexto donde todo, hasta la mierda, se compra y se vende como mercancía") es importante que ARCO continúe perfeccionando su apuesta con propuestas de calidad y proyectos innovadores alejados de la provocación fácil y del conformismo de lo banal. Y eso pasa porque siga siendo capaz de emocionarnos. Aunque por el momento tengamos que ir hasta donde Cristo perdió la chancla.

  • Tony Oursler

    Al acecho. Ésa es la actitud con la que llegué a una nueva edición de ARCO. Tras la sensación de cuadro desalmado que dominó el año pasado, y después de cotillear con unos y con otros sobre las expectativas de este 2014, una venía con cierto aliento entusiasta. ¿Balance final? Satisfacción sin empacho, que ya se sabe que la saciedad mata el deseo y el deseo es el motor de la vida, condición de que queramos seguir mirando.
    Mi sensación global es que esta 33º entrega de ARCO ha brillado por varias cosas: la evidente mejora del espacio expositivo (la cosa va adquiriendo aires europeos, lo que es muy de agradecer); el optimismo de artistas y galeristas; el follón con el nuevo IVA del arte anunciado hace pocas semanas por el gobierno (no se entera ni perry de cómo hay que aplicar la nueva tasa); y, en general, una atmósfera menos comedida que la edición anterior y por lo mismo bastante más sugerente.

    Pero sigue existiendo un factor de impepinable efecto negativo que también sufre la pasarela madrileña: su localización. IFEMA, ese lugar gris, desapasionado e insípido situado donde Cristo perdió la zapatilla. Como si Madrid no tuviera un centro con espacios estupendos para acoger este tipo de eventos que, en principio, pretenden producir un eco internacional. Tenía razón un amigo que me decía:"¿Te imaginas a Suzy Menkes o a Anna Wintour sentadas en el pabellón 8 de IFEMA?". Pues como que no. Lo mismo se aplica al mundo del arte. Es una cagada que los grandes monstruos del coleccionismo planetario, dispuestos a gastarse un dineral en algo que tiene que ver con la belleza y el sentido de lo estético, se encuentren en semejante escenario.

  • Andrea Canepa.

    Una vez pasado el disgusto del trayecto y del insulso paisaje llegamos al interior del recinto y la cosa empezó a mejorar. ARCO tenía buen aspecto, había superado la apariencia decaída del año pasado. Solans de Cabras tuvo la gentileza de guiarnos en nuestro primer vistazo: enchufados a una especie de "walkie talkie", una apasionadísima guía (que soltó perlas como "aquí veis un ejercicio de violación del lienzo por parte del artista") nos sumergió en las entrañas de la feria y nos presentó algunas de las propuestas de las galerías participantes. Después del primer round, paradita alimenticia cortesía del restaurante Lateral, y tras la digestión, un segundo ataque que nos permitió fijar en la retina varias cosas.

  • Juán Genovés

    El primer descubrimiento fue la obra reciente del célebre pintor español Juán Genovés: representación de paisajes urbanos ricos en texturas y dominados por masas humanas en formato acrílico, ¡una pasada que seguro habría despertado el interés de un Poe o un Baudelaire!

  • Manuel Franquelo

    Poco a poco fueron apareciendo maravillas de viejos conocidos: una genial escultura multimedia del neoyorkino Tony Oursler, imágenes hiperrealistas de Manuel Franquelo, los lienzos de Secundino Hernández, las siempre intrigantes pinturas de Juán Uslé o las sugerentes piezas de enorme carga política del maestro Txomín Badiola (que, por cierto, tiene ahora una expo genial titulada "Capitalismo-Anal-Capitalism" en la Galería Moisés Pérez de Albéniz).

  • Ramazan Bayrakoglulas

    También hubo, como en toda feria de arte contemporáneo, nuevos hallazgos: los lienzos alucinantes del artista turco Ramazan Bayrakoglulas, las sombras geométricas en formato foto de Liliana Porter, los meticulosos dibujos, réplicas adaptadas de Goya, del joven artista patrio Javi Arcas, las imágenes fantasmáticas del finlandés Ville Anderson o la obra inacabada (ejemplo de la reflexión sobre la deconstrucción tan presente en la feria) del mejicano Jorge Méndez Blake.

  • Ville Anderson

    Con todo, parece que el mercado del arte contemporáneo en España va limando asperezas y empieza a levantar la vista al resto del mundo. Siguen faltando un poco más de riesgo y una presencia internacional más importante, pero como dice el refrán: "poquito a poco y con buena letra". Insisto en que es de valorar el logrado lavado de cara de esta edición y el esfuerzo de su director, Carlos Urroz, por haber conseguido interrumpir lo que parecía una caída libre hacia el abismo.

  • Txomín Badiola

    En un contexto de "capitalismo anal" generalizado (una de cuyas connotaciones sería algo así como "en un contexto donde todo, hasta la mierda, se compra y se vende como mercancía") es importante que ARCO continúe perfeccionando su apuesta con propuestas de calidad y proyectos innovadores alejados de la provocación fácil y del conformismo de lo banal. Y eso pasa porque siga siendo capaz de emocionarnos. Aunque por el momento tengamos que ir hasta donde Cristo perdió la chancla.

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